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Examen de conciencia – 5ta entrega
Desde Tiempo de Evangelizar queremos proponer, a la luz de las interpelantes reflexiones del Papa Francisco en su exhortación Evangelii Gaudium, una suerte de "examen de conciencia" para agentes pastorales, que permita purificar el propio camino y abrirnos a la acción poderosa del Espíritu Santo que nos quiere llevar a Cristo y a los demás. Para eso, hemos reformulado las palabras del Papa en forma de preguntas para que puedan guiar ese camino personal de arrepentimiento, conversión y alegría que pide el Papa.
En este caso, nos detenemos en las tentaciones vinculadas con la mundanidad espiritual (EG 93-97):
- ¿Caigo en la mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, y consiste en buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal?
- ¿Se me aplica el reproche que el Señor hacía a los fariseos: «¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?» (Jn 5,44)?
- ¿Busco de modo sutil mis propios intereses y "no los de Cristo Jesús" (Flp 2,21)?
- ¿Estoy fascinado por el gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos?
- ¿Vivo un neopelagianismo autorreferencial y prometeico pues en el fondo sólo confío en mis propias fuerzas y me siento superior a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fiel a cierto estilo católico propio del pasado?
- ¿Vivo una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que hago es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia gastos las energías en controlar?
- ¿Tengo la pretensión de «dominar el espacio de la Iglesia»?
- ¿Hago un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparme que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia?
- ¿Tengo una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial?
- ¿Busco mostrarme a mí mismo en una densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones?
- ¿Me despliego en un funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la Iglesia como organización?
- ¿Me encierro en grupos elitistas, y no salgo realmente a buscar a los perdidos ni a las inmensas multitudes sedientas de Cristo?
- ¿Tengo fervor evangélico? ¿O me quedo en un disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica?
- ¿Alimento mi vanagloria conformándome con tener algún poder y prefiero ser general de ejércitos derrotados antes que simple soldado de un escuadrón que sigue luchando?
- ¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados!
- ¿Negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es «sudor de nuestra frente»?
- ¿Nos entretenemos vanidosos hablando sobre «lo que habría que hacer» —el pecado del «habriaqueísmo»— como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera?
- ¿Cultivamos nuestra imaginación sin límites y perdemos contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel?
- ¿Acepto o rechazo la profecía de los hermanos? ¿Descalifico a quien me cuestione? ¿Destaco constantemente los errores ajenos y me obsesiono por la apariencia?
- ¿Repliego la referencia de mi corazón al horizonte cerrado de mi inmanencia y mis intereses? ¿Aprendo de mis pecados y estoy auténticamente abierto al perdón?
- ¿Busco evitar la mundanidad espiritual poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres?
- ¿Le tomo el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios?
"¡No nos dejemos robar el Evangelio!" (EG 97)
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