sábado, 25 de abril de 2015

109 Asamblea Plenaria: Homilía Misa de Apertura, Mons. Arancedo. Pilar, 20 de abril





Mons. José María Arancedo


109° Asamblea Plenaria
de la Conferencia Episcopal Argentina


Misa de Apertura
Homilía de Mons. Arancedo
Pilar, 20 de abril de 2015
 
Iniciamos en esta Asamblea un nuevo trienio de nuestro camino pastoral y de "afecto colegial", al servicio de la Iglesia en Argentina. Demos gracias a Dios por el camino recorrido, y pidamos la luz de su Espíritu para ser discípulos y testigos del evangelio.

Qué bien nos hace escuchar la palabra del Señor a sus discípulos cuando le preguntan: ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? Jesús en su respuesta se presenta como el fundamento de la fe: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado" (Jn. 6, 29). Volvamos nuestra mirada a él que es: "nuestro principio, nuestra vida y nuestro guía" (Pablo VI).

La fe es el primer testimonio en nuestro servicio pastoral, y un don que siempre debemos agradecer y cuidar. Ella nos hace ver la realidad desde Jesús que nos descubre el camino de Dios y el gozo pascual de su cruz, que purifica y hace más fecundo nuestro ministerio. La vivencia de la fe es sabiduría, paz y alegría. ¡Renueva, Señor, en nosotros y en la Iglesia el don de la fe para gloria de tu nombre y el servicio a nuestros hermanos!

La fe no es algo intimista, ello no pertenecería al designio de Dios: "que tanto amó al mundo que le envío a su Hijo único" (Jn. 3, 16). Es este mundo concreto el destinatario del amor de Dios. No hay nada en la vida del hombre y en el mundo que sea ajeno a Jesucristo. Él ha venido a salvar al hombre y a sanar su liberad herida por el pecado. La fe nos hace conocer la raíz del mal y nos da la certeza del amor redentor de Dios.

Ella es fuente de una palabra que da sentido a la vida del hombre en el mundo, y es también palabra de juicio hacia todo aquello que compromete su dignidad. En este sentido la Doctrina Social de la Iglesia es docencia y denuncia, no un agregado circunstancial al evangelio sino parte integrante del mismo. Decir que toda la actividad del hombre es iluminada por el evangelio, es expresión de una auténtica fe en Jesucristo.

El Santo Padre nos ha convocado a celebrar un Año Santo de la Misericordia. Vamos a vivir un acontecimiento de gracia que tiene su origen en la intimidad de Dios: Dios es amor misericordioso y vimos su cercanía en el rostro de Jesucristo. Hay momentos de la historia, nos dice Francisco, en que estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia del Padre para ser, como Iglesia, signos eficaces de su amor y obrar.

Es más, define a la misericordia como la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Esto nos compromete a ahondar en la "vía de la misericordia". El pretender siempre y solamente justicia nos puede hacer olvidar, agrega, que ella es el primer paso necesario e indispensable; pero la Iglesia necesita ir más lejos para alcanzar una meta más alta y más significativa. Desde el Evangelio hablamos del perdón y la reconciliación como expresión de ese amor misericordioso del Padre que conocimos en Jesucristo. Cuando la justicia se orienta a la reconciliación se abre al camino hacia la concordia, la fraternidad y la amistad social, tan necesarias en la vida y el futuro de toda comunidad.

Frente a tantas situaciones de precariedad y sufrimiento nos manifiesta el deseo de que todo el pueblo cristiano reflexione en este Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. El Año Santo es un tiempo oportuno para despertar la conciencia a veces aletargada ante el drama de la pobreza, del pobre, del que sufre. Es un desafío para entrar más de lleno en el corazón social del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina, los preferidos del Señor. Tenemos que vivir esta verdad del Evangelio con la libertad y la exigencia de una palabra, que nace en el amor de Dios y busca el bien integral del hombre.

Doy gracias a Dios que al comenzar este año podamos contar con las "Orientaciones Pastorales para el trienio 2015-2017". Valoro el trabajo de la Comisión Permanente que nos permite continuar y actualizar el camino de las líneas pastorales que hacen a nuestro servicio a la Iglesia. Es de destacar en ellas la integración de la propuesta del Santo Padre del Año Santo, junto al Sínodo de la Familia y el Congreso Eucarístico en el camino de la Misión Continental, teniendo presente, además, las diversas áreas pastorales que hemos venido trabajando en el trienio pasado.

Que María Santísima, Nuestra Madre de Luján, nos acompañe en los trabajos de esta Asamblea Plenaria para gloria de Dios y al servicio de nuestros hermanos.
 
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina

    Compartimos fotos de la primera jornada.



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