sábado, 30 de diciembre de 2017

Fiesta de la Sagrada Familia




HOGARES CRISTIANOS

Lc 2, 22-40
Hoy se habla mucho de la crisis de la institución familiar. Ciertamente, la crisis es grave. Sin embargo, aunque estamos siendo testigos de una verdadera revolución en la conducta familiar, y muchos han predicado la muerte de diversas formas tradicionales de familia, nadie anuncia hoy seriamente la desaparición de la familia.
Al contrario, la historia parece enseñarnos que en los tiempos difíciles se estrechan más los vínculos familiares. La abundancia separa a los hombres. La crisis y la penuria los unen. Ante el presentimiento de que vamos a vivir tiempos difíciles, son bastantes los que presagian un nuevo renacer de la familia.
Con frecuencia, el deseo sincero de muchos cristianos de imitar a la Familia de Nazaret ha favorecido el ideal de una familia cimentada en la armonía y la felicidad del propio hogar. Sin duda es necesario también hoy promover la autoridad y responsabilidad de los padres, la obediencia de los hijos, el diálogo y la solidaridad familiar. Sin estos valores, la familia fracasará.
Pero no cualquier familia responde a las exigencias del reino de Dios planteadas por Jesús. Hay familias abiertas al servicio de la sociedad y familias egoístas, replegadas sobre sí mismas. Familias autoritarias y familias donde se aprende a dialogar. Familias que educan en el egoísmo y familias que enseñan solidaridad.
Concretamente, en el contexto de la grave crisis económica que estamos padeciendo, la familia puede ser una escuela de insolidaridad en la que el egoísmo familiar se convierte en criterio de actuación que configurará el comportamiento social de los hijos. Y puede ser, por el contrario, un lugar en el que el hijo puede recordar que tenemos un Padre común, y que el mundo no se acaba en las paredes de la propia casa.
Por eso no podemos celebrar la fiesta de la Familia de Nazaret sin escuchar el reto de nuestra fe. ¿Serán nuestros hogares un lugar donde las nuevas generaciones podrán escuchar la llamada del Evangelio a la fraternidad universal, la defensa de los abandonados y la búsqueda de una sociedad más justa, o se convertirán en la escuela más eficaz de indiferencia, inhibición y pasividad egoísta ante los problemas ajenos?
José Antonio Pagola

DONDE LA FAMILIA NO ES LO IMPORTANTE

Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo B
Dos lecturas que encajan
En una fiesta de la Sagrada Familia, esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras lecturas.
El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, "honrar padre y madre" implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, "aunque chocheen".
La carta a los Colosenses ha sido elegida por los consejos finales a las mujeres, los maridos, los hijos y los padres. En la cultura del siglo I debían resultar muy "progresistas". Hoy día, el primero de ellos provoca la indignación de muchas personas: "Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor." Cuando se conoce la historia de aquella época resulta más fácil comprender al autor.
Un evangelio atípico
Si san Lucas hubiera sabido que, siglos más tarde, iban a inventar la Fiesta de la Sagrada Familia, probablemente habría alargado la frase final de su evangelio de hoy: "El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba." Pero no habría escrito la típica escena en la que san José trabaja con el serrucho y María cose sentada mientras el niño ayuda a su padre. A Lucas no le gustan las escenas románticas que se limitan a dejar buen sabor de boca.
Como no escribió esa hipotética escena, la liturgia ha tenido que elegir un evangelio bastante extraño. Porque, en la fiesta de la Sagrada Familia, los personajes principales son dos desconocidos: Simeón y Ana. A José ni siquiera se lo menciona por su nombre (sólo se habla de "los padres de Jesús" y, más tarde, de "su padre y su madre"). El niño, de sólo cuarenta días, no dice ni hace nada, ni siquiera llora. Sólo María adquiere un relieve especial en la bendición que le dirige Simeón, que más que bendición parece una maldición gitana.
Sin embargo, en medio de la escasez de datos sobre la familia, hay un detalle que Lucas subraya hasta la saciedad: cuatro veces repite que es un matrimonio preocupado con cumplir lo prescrito en la Ley del Señor. Este dato tiene enorme importancia. Jesús, al que muchos acusarán de ser mal judío, enemigo de la Ley de Moisés, nació y creció en una familia piadosa y ejemplar. El Antiguo y el Nuevo Testamento se funden en esa casa en la que el niño crece y se robustece.
La misma función cumplen las figuras de Simeón y Ana. Ambos son israelitas de pura cepa, modelos de la piedad más tradicional y auténtica. Y ambos ven cumplidas en Jesús sus mayores esperanzas.
Sorpresa final
Las lecturas de hoy, que comenzaron tan centradas en el tema familiar, terminan centrando la atención en Jesús. Con dos detalles fundamentales:
1. Jesús es el importante. La escena de Simeón lo presenta como el Mesías, el salvador, luz de las naciones, gloria de Israel. Ana deposita en él la esperanza de que liberará a Jerusalén. José y María son importantes, pero secundarios.
2. Jesús es motivo de desconcierto y angustia. Lo que Simeón dice de él desconcierta y admira a José y María. Pero a ésta se le anuncia lo más duro. Cualquier madre desea que su hijo sea querido y respetado, motivo de alegría para ella. En cambio, Jesús será un personaje discutido, aceptado por unos, rechazado por otros; y a ella, una espada le atravesará el alma. Lucas está anticipando lo que será la vida de María, no sólo en la cruz, sino a lo largo de toda su existencia.
 José Luis Sicre

ENTREGAMOS 2017… ¡ACOGEMOS 2018!

Silenciamos lo que nos rodea y lo que bulle en nuestro interior, para conectar mejor con el espacio sagrado que hay en lo más profundo de nuestro ser. Nos ayudarán también la postura corporal, la respiración, un símbolo, una sencilla oración y alguna Palabra.
Empezamos por recordar los encuentros con Dios que nos han ido configurando y transformando a lo largo del año. Los recordamos, recreándonos en cada uno de ellos. El Señor está conmigo, con nosotros, como está con María y con cada personaje de la Biblia. En muchos momentos su presencia ha sido ligera, como la brisa, en otros ha sido fuerte. Agradecemos cada huella, cada encuentro, como un regalo de incalculable valor.
¿Qué personas han sido don de Dios este año? Recordamos sus nombres, sus rostros y lo que nos han aportado. Con un gesto, vamos entregando al Abbá a estas personas, pidiendo su bendición sobre cada una de ellas.
También tomamos conciencia de las relaciones que nos han atrapado como en una red y oramos para recuperar la libertad y cortar los sutiles hilos emocionales que nos impiden vivir, con toda libertad, al soplo del Espíritu.
¿Qué Palabras de la Biblia nos han despertado vida, nos han consolado y ayudado? ¿Cuáles nos han sacudido e impulsado? Repetimos esas palabras o frases como si fuera la última vez que podemos hacerlo, o como si las pronunciáramos delante de Dios, en su presencia. ¿Qué llamadas percibimos para acoger mejor la Palabra en 2018?
Recordamos experiencias gozosas que hemos vivido en la liturgia. Hemos podido celebrar la vida y la muerte, cantar, orar, interceder, alabar… ¿Cómo agradecemos al final del año tanta riqueza? ¿Cómo podríamos celebrar la vida el próximo año?
Paseamos por la naturaleza, reconociendo la presencia de Dios en las flores, las plantas y los árboles. Agradecemos el oxígeno, la lluvia, el sol, la belleza… y los alimentos que nos ha dado la naturaleza. ¿Cómo hemos vivido en armonía con la madre tierra? ¿Qué errores hemos cometido? ¿Qué llamadas descubrimos?
Observamos nuestro frigorífico y los armarios de la cocina o la despensa. Tomamos conciencia de cómo hemos adquirido y comido el pan de cada día. ¿Somos conscientes de que vivimos en un mundo en el que millones de personas pasan hambre y sed a diario? ¿Cómo transformamos nuestro bienestar en trabajo por la justicia? Si nuestro compromiso con los más pobres del Reino ha sido deficiente ¿cuáles han sido las raíces de nuestra falta de compromiso? ¿Qué podemos hacer el año que empieza para compensarlo?
El Evangelio nos invita a vivir el kairós, el tiempo oportuno, la hora de Dios. ¿Vivimos enredados en el "cronos", corriendo de un sitio a otro, como si fuéramos galgos y ejecutivos del Reino? ¿Nos hemos parado, de vez en cuando, a ajustar nuestro hacer con el ritmo de Dios, con su kairós?
Recordamos aquellos espacios en los que durante este año hemos tenido experiencias fundantes en la fe. ¿Cómo hemos cuidado esos espacios y las experiencias? ¿Con qué gesto entregamos todo lo que nos ha enredado en la superficialidad o la inconsciencia?
Nuestro ego es insaciable en su voracidad y se manifiesta a través de continuos "brotes" de egoísmo. ¿Cómo hemos alimentado el ego este año? ¿En qué fuentes tóxicas hemos bebido? ¿Hemos sido conscientes de que el seguimiento de Jesús implica caminar hacia la muerte del ego? Recordemos las frases, gestos y actitudes en las que el ego ha salido triunfador en los enfrentamientos con otras personas y las entregamos al buen Dios. Aprendemos de los errores que hemos cometido.
Jesús ha venido "a salvar lo que estaba perdido". En este año que acaba ¿qué hemos creído que estaba perdido en nosotros mismos o en nuestra familia, comunidad, grupo, etc.? ¿Qué hemos dejado perder en la misión, por falta de esperanza? ¿Qué ponemos en las manos del Abbá, para que sea sanado y salvado? ¿Esperamos pocas novedades porque ya estamos cansados o tenemos miedo de las novedades de Dios? ¿Cómo hemos vivido la esperanza y la desesperanza este año? ¿Qué llamadas descubrimos para 2018?
Dios nos sueña santos y santas. Nos sueña tan originales, únicos e irrepetibles que no tenemos ningún modelo delante para copiarlo. No podemos darnos cuenta de dónde estamos ni como avanzamos o retrocedemos. Nuestro camino es único y lo roturamos cada día. Es un camino de confianza y fidelidad diarias. ¿Creemos que "El que ha empezado su obra en vosotros la llevará a término"? (Filipenses 1, 4-ss) ¿Cómo hemos vivido este año la llamada a la santidad? ¿Hemos conectado con el sueño de Dios y su utopía?
Cada mañana, el Maestro nos ha enviado a sembrar en su Reino, con los bolsillos repletos de semillas; nos ha señalado la parcela que convenía sembrar ese día y el talante con el que debíamos hacerlo. Al despertarnos cada día ¿hemos sido conscientes del don y la misión que hemos recibido?
Al caer la noche, el Maestro nos ha animado, motivado, corregido, impulsado, abrazado, perdonado… ¿le hemos entregado la basura del día, para acoger a la mañana siguiente nuevas semillas, con las manos abiertas y el corazón disponible?
¿Qué túneles hemos atravesado este año?: ¿Noche oscura? ¿Enfermedad? ¿Sufrimiento? ¿Soledad? ¿Miedos?... En medio de lo que hemos considerado desgracia, ¿cómo hemos percibido la Gracia? ¿Qué hemos aprendido en esas travesías?
¿Cómo nos preparamos para acoger el Año Nuevo?
Cerramos el año 2017 transformando en sabiduría los errores que hemos cometido; guardaremos esa sabiduría como un tesoro. Entregamos este año que hemos vivido, a través del sacramento del perdón o con el gesto que nos parezca más apropiado.
Recordamos que Jesús "tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras debilidades" (Mt 8, 17). Al entregarle la basura del año que acaba, dejamos espacio vital para acoger lo que necesitaremos el nuevo año. Nos ayudarán las palabras de san Pablo a los Colosenses:
"Como pueblo elegido de Dios… sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión... El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo, el amor… Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón… La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza… Cantad a Dios, dadle gracias de corazón… Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesúsdando gracias a Dios Padre por medio de él" (3, 12-17)
Es un texto muy claro. No necesita explicación. Lo que hace falta es que entrelacemos estas palabras con nuestra realidad cotidiana, para acoger cada día con un corazón pacificado… y para vivirlo ajustándonos a la realidad, no desde nuestros deseos, añoranzas o miedos.
¡Os deseo que 2018 sea un año lleno de Gracia!

Marifé Ramos González 

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