lunes, 30 de junio de 2014

Rv: Homilia solemnidad de San Pedro y San Pablo y día del Sumo Pontífice

Homilía del Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Emil Paul Tscherrig, en la misa de la solemnidad de  San Pedro y San Pablo y día del Sumo Pontífice
 
29/06/2014 -  Iglesia Catedral Primada de Buenos Aires
 
 
Eminencia, Señor Cardenal Mario Aurelio Poli, Arzobispo de esta Arquidiócesis,
Hermanos Obispos,
Hermanos de otras confesiones y religiones,
Estimadas autoridades civiles,
Excelencias, estimados colegas y miembros del Cuerpo Diplomático,
Sacerdotes y Diáconos, consagradas y consagrados,
Hermanos y Hermanas en Cristo:
 
Nos hemos reunido en esta catedral metropolitana para conmemorar la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Ellos son considerados por los feligreses cristianos como los primeras columnas de la Iglesia universal de Dios vivo, diseminada por el orbe de la tierra (cf. Pablo VI, Misal Romano).  Ambos Apóstoles son los patrones principales de la Iglesia de Roma, donde fueron martirizados entre los años 64 y 67. Pedro fue el primer Vicario de Cristo de quien recibió, como relata el evangelio de hoy, "las llaves del Reino de los cielos". En Pedro y sus sucesores se hace visible  el signo de la unidad y comunión en la fe y en la caridad. Su tumba se encuentra debajo de la basílica de San Pedro. San Pablo, por otra parte, fue escogido como instrumento para llevar el nombre de Cristo a todos los gentiles. Su actividad misionera y su doctrina marcaron por siempre la fe cristiana.
Este es por lo tanto también el día en el cual recordamos de modo particular el sucesor de Pedro que, desde hace poco más de un año, se llama Francisco. Su misión es la de Pedro, eso es profesar ante el mundo que Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16). El Papa está llamado a ser el primer testigo de la fe y a confirmar a sus hermanos en ella. El sucesor de Pedro profesa que Dios es la Vida del hombre, Amor y Misericordia para todos. Para hacer entrar a todos en este espacio de vida y amor, el Papa ha recibido las llaves del Reino de los Cielos. Estas llaves no abren las puertas de los reinos del mundo sino hacen entrar en la comunión del Dios vivo, que es Espíritu y Verdad. Las llaves son símbolo del poder de la Iglesia de perdonar, por obra del Espíritu Santo, los pecados de los hombres y reconciliarlos con Dios y entre ellos. Quien cree lo que cree Pedro y se deja bautizar, queda desde ahora miembro del reino de los cielos, participa en la vida de Dios y tiene la promesa que también su carne resucitará en el último día de la historia humana. Es esta vida que anhelamos y que es la corona que recibirá quien, como San Pablo, acepta el desafío del camino de la fe y está dispuesto a pelear "hasta la fin el buen combate" y a concluir su "carrera" conservando la fe (2 Tim 4, 6-8).
La confesión de Pedro es el resultado de un largo camino con Jesús. Caminando Pedro ha descubierto la identidad del Maestro y en un momento importante de este camino profesa su fe y la de sus compañeros.  Pero su camino no termina aquí. Más tarde traicionará al Señor por miedo, y llorando sobre su infidelidad y fragilidad humana recibirá la mirada misericordiosa de Jesús y su perdón. Y será esta misericordia y paciencia sin límites de Dios que después de la resurrección de Jesús anunciará a todo el mundo. Su camino de testigo acabará con el sacrifico de la propia vida.
Al ejemplo de Pedro y de los primeros cristianos el Papa Francisco pide una Iglesia en salida, una Iglesia que supere su autorreferencialidad; que profesando su fe camine con el Señor paso a paso rompe su propio aislamiento y salga con nuevo vigor hacia a los demás y al mundo. El nos invita a salir al encuentro de Cristo resucitado para experimentar la alegría del evangelio. Porque esta "alegría del Evangelio", escribe Francisco al inicio de su Exhortación Evangelii Gaudium, "llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús", y "Quienes se dejan salvar por Él son librados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento" (nº1). Solamente por medio de este encuentro con Dios "llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros para alcanzar nuestro ser más verdadero" (EG, 8). La propuesta de Francisco es dejarnos tocar por el amor de Dios para vivir nuestra vida en un nivel superior que nos permite encontrar a los demás como hermanos y hermanas.
Salir de sí significa para el Papa Francisco aceptar el exilio de nuestra carne, el exilio de Adán que sale del paraíso, el exilio del pueblo de Israel, tantas veces deportado; el exilio de Jesús, privado de todo y que se siente abandonado por los hombres y por Dios. Salir significa por tanto ponerse en camino por los senderos de la purificación que nos habilitan a transformarnos en misericordia y ternura para los hermanos exiliados del mundo. Esta salida de la Iglesia y de cada uno/a de nosotros ha de convertirse en una cultura del encuentro y del dialogo, en el rechazo de la exclusión y la promoción de la justicia que se realiza en el espacio del encuentro y en el caminar juntos. Así, la verdadera vida se juega en el ámbito de la periferia del mundo y de la sociedad, donde tocamos la carne de Cristo en la pobreza y la miseria de los hermanos.
Desde este anhelo de dialogo y de encuentro se explica también la profunda preocupación del Pontífice por la paz. Anunciando un día de ayuno y oración por Siria el 1º de septiembre de 2013, el Papa ha dicho: "La paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad. Lo repito alto y fuerte: no es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz" (Angelus, 1º de septiembre de 2013). Además, los esfuerzos humanos para la paz necesitan la ayuda de Dios, el Señor de la Paz. Por eso la invitación del Papa a acompañar sus iniciativas en favor de la paz con la oración. Con este gesto el Papa no solamente recuerda que la oración es la arma más poderosa del hombre, sino también que Dios es el Señor de la historia. Si nos abrimos a la fuerza de su Espíritu de consejo, de perdón y de reconciliación, Él mismo abatirá los muros de enemistad y de arrogancia que hemos erigido entre nosotros y nos dará un corazón humilde, comprensivo y compasivo. Él preparará nuestros corazones para que la paz sea recibida como un don de Dios a los hombres que aman la paz.
En esta oración por la paz tienen un lugar privilegiado los creyentes de todas las confesiones y  religiones. En un discurso dirigido a los líderes religiosos el Papa ha destacado: "La paz es responsabilidad de todos. Rezar por la paz, trabajar por la paz. Un líder religioso es siempre hombre o mujer de paz, porque el mandamiento de la paz está inscripto en el hondo de las tradiciones religiosas" (discurso participantes Encuentro intern. para la paz, 30.09.2013).
Pero, ¿podemos hacer algo más? – Y Francisco repite: ¡sí, debemos dialogar! Porque "Este valor, este dialogo nos da esperanza. No tiene nada que ver con el optimismo, es otra cosa. ¡Esperanza! En el mundo, en las sociedades hay poca paz también porque falta el diálogo, le cuesta salir del estrecho horizonte de los propios intereses para abrirse a una confrontación auténtica y sincera" (idem). Por lo tanto el líder religioso como el líder político son llamados a ser "auténticos 'dialogantes'". Su función no es la del intermediario que defiende sus propios intereses,  sino su misión es la del mediator quien no se guarda nada por sí mismo, "sino que se entrega generosamente, hasta consumirse, sabiendo que la única ganancia es la de la paz" (idem).     
Esta entrega por la paz y el bien común está también condicionada por la economía, donde Francisco ve la cultura del encuentro amenazada por la cultura del desecho. Para el Papa las raíces del problema están colocadas en la relación que hemos establecido con el dinero, sobre todo en aceptar su dominio sobre nosotros. "¡El dinero, escribe, debe servir y no gobernar!" Y el subraya: "El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor del ser humano" (EG, 58).  
Queridos hermanos, San Juan en su Evangelio llama a Cristo el Logos, eso es la Palabra de Dios. Esta misma palabra griega está a la base de la noción "diálogo". Dios mismo es dialogo, el habla y se hace conocer y nos escucha siempre. En nombre de esto Dios del diálogo y del encuentro el Papa Francisco pide una revolución de la ternura y misericordia en nuestras relaciones personales y sociales. Su pensamiento es, como lo ha definido un teólogo, un pensamiento "zapato", un pensamiento que camina, que peregrina con su pueblo, que sale al encuentro y da inicio a procesos que invitan a caminar, y a descubrir caminando al hermano, las vías de la paz, la fraternidad entre los pueblos y el respeto que debemos a los demás. Los gestos cotidianos del Papa son expresión de esta ternura de Dios que Cristo resucitado quiere regalar a todos. El es la fuerza de vida que ha penetrado al mundo y que, en las palabras de Francisco, hace volver "donde parece que todo ha muerto" los brotes de la resurrección… (Es) Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticia, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. …Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse". Y finalmente, el Papa Francisco está convencido que "Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia" (EG, 276).
Por lo tanto recemos hoy especialmente por el Papa Francisco que el Señor lo bendiga y lo proteja en su camino y juntos con él pedimos a María Santísima, Madre de Dios y Madre de la humanidad, que nos dé  "la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la paz y la alegría que no se apaga" (cf. EG, 288). Amén.
 

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