domingo, 20 de noviembre de 2016

Comentario lectura del domingo y oración alusiva



CARGAR CON LA CRUZ

Lc 23, 35-43
El relato de la crucifixión, proclamado en la fiesta de Cristo Rey, nos recuerda a los seguidores de Jesús que su reino no es un reino de gloria y de poder, sino de servicio, amor y entrega total para rescatar al ser humano del mal, el pecado y la muerte.
Habituados a proclamar la "victoria de la Cruz", corremos el riesgo de olvidar que el Crucificado nada tiene que ver con un falso triunfalismo que vacía de contenido el gesto más sublime de servicio humilde de Dios hacia sus criaturas. La Cruz no es una especie de trofeo que mostramos a otros con orgullo, sino el símbolo del Amor crucificado de Dios que nos invita a seguir su ejemplo.
Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Cristo porque en lo más hondo de nuestro ser sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por su amor insondable, pero sin olvidar que lo primero que nos pide Jesús de manera insistente no es besar la Cruz sino cargar con ella. Y esto consiste sencillamente en seguir sus pasos de manera responsable y comprometida, sabiendo que ese camino nos llevará tarde o temprano a compartir su destino doloroso.
No nos está permitido acercarnos al misterio de la Cruz de manera pasiva, sin intención alguna de cargar con ella. Por eso, hemos de cuidar mucho ciertas celebraciones que pueden crear en torno a la Cruz una atmósfera atractiva pero peligrosa, si nos distraen del seguimiento fiel al Crucificado haciéndonos vivir la ilusión de un cristianismo sin Cruz. Es precisamente al besar la Cruz cuando hemos de escuchar la llamada de Jesús: «Si alguno viene detrás de mí... que cargue con su cruz y me siga».
Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo.
El teólogo católico Johann Baptist Metz viene insistiendo en el peligro de que la imagen del Crucificado nos esté ocultando el rostro de quienes viven hoy crucificados. En el cristianismo de los países del bienestar está ocurriendo, según él, un fenómeno muy grave: "La Cruz ya no intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón; ha perdido la tensión del seguimiento a Jesús, no llama a ninguna responsabilidad, sino que descarga de ella".
¿No hemos de revisar todos cuál es nuestra verdadera actitud ante el Crucificado? ¿No hemos de acercarnos a él de manera más responsable y comprometida?
 
José Antonio Pagola

SÉ EL REY DE MI VIDA

Ponemos ante el altar nuestras preocupaciones, peticiones, deseos y anhelos, para que tú los bendigas, Señor.
• Te pedimos, hoy día de Cristo Rey, para que tú Señor seas el Rey de nuestras vidas y todo lo que nos ocurra, nos suceda contigo.
SÉ EL REY DE MI VIDA.
• Para que no nos distraigamos en dioses como el orden, el dinero, el trabajo, la perfección, el prestigio o el poder.
SÉ EL REY DE MI VIDA.
• Que para todos los creyentes tú Señor seas el compañero fiel de nuestros días y nuestras noches, de nuestros descansos y los trabajos, de nuestro gozar y nuestro sufrir.
SÉ EL REY DE MI VIDA.
• Para que todos los que tienen puestos de responsabilidad mundial se muevan con los valores del Reino, para conseguir un mundo más justo.
SÉ EL REY DE MI VIDA.
• Para que, por fin, la verdad auténtica se establezca entre los humanos como código de comunicación y de autenticidad, para que vivamos mejor.
SÉ EL REY DE MI VIDA.
Padre Bueno, concédenos sabernos y sentirnos tus hijos, a todos los que vivimos confiados en ti y en la construcción de tu reino.
 
Mari Patxi Ayerra
 

Colaboración de Dora Giannoni



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